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Mostrando entradas de agosto 22, 2009

Comunismo y democracia: ¿sistemas parecidos?

La gente vota y grita en las democracias, pero ni el voto, ni el grito dañan la hegemonía de los oligarcas en el poder. El Estado en las actuales democracias degeneradas es, si cabe, todavía más fuerte y dominante que el Estado soviético, además de mucho más inteligente. No necesita la censura porque ha logrado imponer la autocensura y gestiona el miedo y la mentira de manera sofisticada y hábil, logrando que los esclavos se sientan libres. Los poderosos en las democracias gozan de los mismos o superiores privilegios que los que disfrutaba la nomenklatura de Breznev: sueldos altos, coches oficiales, acceso a la corrupción y a fondos secretos, impunidad práctica, poder sobre los demás, ostentación, etc.  El sistema seudodemocrático que nos gobierna y el anticuado sistema soviético funcionan con el mismo mecanismo básico: El Estado aplica fuerza letal a toda la población para abastecerse de todo lo necesario, sin tener que justificarse.  Ambos estados recaudan de manera inmisericorde imp

Democracia y libertad

Como la democracia está fundada en la razón, en la naturaleza racional del hombre, es el único régimen de gobierno que puede admitir y tolerar en su seno, la expresión de ideas divergentes, antagónicas, la expresión de ideas incluso contrarias a la democracia, porque confía en la razón como insuperable mecanismo de convencimiento y de adoctrinamiento. La libertad para discrepar en el plano de las ideas -aun en el de la idea democrática- es lo que caracteriza de manera única e irrepetible a la democracia misma. Negar esa aptitud para la libertad, es negar la democracia. Desde luego que, cuando la idea antidemocrática deja de ser idea para convertirse en acto, en conducta, y estos actos y estas conductas violan o transgreden el orden jurídico democrático, ya no estaremos en el campo de la libertad sino en el campo del delito, en el campo de la agresión a la libertad de los demás. La democracia tiene, y seguirá teniendo, por vocación y por destino, la realización de la libertad. Esa vocac

¿Es acaso Estados Unidos una democracia?

Los gobiernos democráticos contemporáneos, nos dice B. Manin, han evolucionado a partir de un sistema político que fue concebido por sus fundadores no como un sistema democrático sino en oposición precisamente a la democracia. Para Madison, uno de los padres de la Constitución estadounidense, la diferencia entre las repúblicas griegas y el gobierno americano radicaba en “la exclusión total del pueblo” del gobierno a favor de sus representantes; este hecho hacía superior a Estados Unidos, en relación a otras repúblicas o formas de gobierno. Los padres fundadores no pensaban que la representación era una forma de democracia sino que era un sistema político esencialmente diferente y superior que ponía a salvo de las turbas, o mayorías empobrecidas, a la república pasando por el tamiz de los órganos elegidos las pasiones e instintos poco racionales de los gobernados. Correspondía a una elite de elegidos discernir sobre los verdaderos intereses del país cuyo patriotismo y “amor a la justici