
La democracia, más que una forma de gobierno, es, fundamentalmente, una forma de vivir asociados que construimos en el día a día. No es un asunto exclusivo de políticos y funcionarios, sino, más bien, es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros sin distinción alguna.
Eduardo León (2001) sostiene que “No hay país democrático si no hay una cultura democrática, es decir, si su gente no es democrática”, toda vez que las distintas formas de relacionarnos influyen en el clima social en el cual vivimos. Así, pues, es importante tener presente que las relaciones interpersonales que se dan en la realidad deben estar basadas en la confianza, ya que ésta propicia la colaboración, el encuentro y búsqueda del bien común. En este sentido, el Instituto Bartolomé de las Casas (2005) afirma que “en un ambiente de desconfianza, de inseguridad y conflicto permanente, no podremos solucionar los problemas de nuestra comunidad”.
Para que la democracia sea algo más que un conjunto de normas y leyes, para que sea algo más que las instituciones políticas y para que se transforme en un estilo de vida de la sociedad, requiere de personas que no solo se digan democráticas, sino que se comporten respetando los valores del modelo democrático. A lo largo de nuestra vida, mediante la educación que recibimos, vamos construyendo y viviendo los valores desde diversas expresiones culturales. “Si bien hay muchas maneras de entender los valores, podemos decir que estos son estándares o criterios interiorizados con los que juzgamos el mundo” (Frisancho y León, 2002:16).
Eduardo León (2001) sostiene que “No hay país democrático si no hay una cultura democrática, es decir, si su gente no es democrática”, toda vez que las distintas formas de relacionarnos influyen en el clima social en el cual vivimos. Así, pues, es importante tener presente que las relaciones interpersonales que se dan en la realidad deben estar basadas en la confianza, ya que ésta propicia la colaboración, el encuentro y búsqueda del bien común. En este sentido, el Instituto Bartolomé de las Casas (2005) afirma que “en un ambiente de desconfianza, de inseguridad y conflicto permanente, no podremos solucionar los problemas de nuestra comunidad”.
Para que la democracia sea algo más que un conjunto de normas y leyes, para que sea algo más que las instituciones políticas y para que se transforme en un estilo de vida de la sociedad, requiere de personas que no solo se digan democráticas, sino que se comporten respetando los valores del modelo democrático. A lo largo de nuestra vida, mediante la educación que recibimos, vamos construyendo y viviendo los valores desde diversas expresiones culturales. “Si bien hay muchas maneras de entender los valores, podemos decir que estos son estándares o criterios interiorizados con los que juzgamos el mundo” (Frisancho y León, 2002:16).
Los valores democráticos, Justicia, Respeto, Tolerancia e Igualdad son valores universalmente compartidos. La interiorización y el ejercicio de este grupo de valores permite el desarrollo personal, así como enjuiciar la realidad y comportarse respetando los derechos y libertades de todos los demás, contribuyendo al desarrollo sostenible y a la mejora de la vida en comunidad.
En los tiempos actuales, es indispensable lograr desarrollar un proceso de consenso sobre los valores comunes que deben servir de fundamento y orientación a la vida de la sociedad.
Los valores democráticos más aceptados podrían ser: Justicia, Paz, Veracidad, Equidad, Respeto, Tolerancia, Solidaridad, Generosidad, Responsabilidad, Honestidad, Imparcialidad, Voluntad, Participación, Cooperación, Compromiso y Coherencia.
Reflexión grupal:
1. ¿Podemos hablar de democracia y de derechos cuando una porción significativa de la población vive en la pobreza, privada de las más elementales condiciones de vida?
2. ¿Es la pobreza consecuencia de la práctica de valores antidemocráticos?
En los tiempos actuales, es indispensable lograr desarrollar un proceso de consenso sobre los valores comunes que deben servir de fundamento y orientación a la vida de la sociedad.
Los valores democráticos más aceptados podrían ser: Justicia, Paz, Veracidad, Equidad, Respeto, Tolerancia, Solidaridad, Generosidad, Responsabilidad, Honestidad, Imparcialidad, Voluntad, Participación, Cooperación, Compromiso y Coherencia.
Reflexión grupal:
1. ¿Podemos hablar de democracia y de derechos cuando una porción significativa de la población vive en la pobreza, privada de las más elementales condiciones de vida?
2. ¿Es la pobreza consecuencia de la práctica de valores antidemocráticos?