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Contra la corriente


Poco antes de concluir mis estudios en San Marcos observé en la biblioteca de Educación algunos textos españoles, recién llegados, que me impresionaron por su gran volumen. Entre los autores que descubrí estaba Víctor García Hoz; y ahora que necesito ventilar el tema de la organización escolar y el agrupamiento o clasificación de alumnos, porque las circunstancias en nuestro colegio así lo exigen, encuentro un libro suyo: Ambiente, organización y diseño educativo.

García Hoz cita a Arturo De la Orden para refrendar la tesis de que el agrupamiento de los alumnos, sea homogéneo o heterogéneo, no afecta el rendimiento académico [1]. Revisando los estudios de la época, García y De la Orden coinciden al señalar que el agrupamiento homogéneo, si bien no influye en el rendimiento académico general, sí es perjudicial para los alumnos de nivel inferior.

De la Orden sustenta en 1975: En contra de las primitivas conclusiones obtenidas en los primeros estudios, los resultados de los más recientes tienden a poner de manifiesto que el agrupamiento homogéneo influye negativamente en el rendimiento de los alumnos lentos. En cuanto a los alumnos brillantes, hay evidentes contradicciones, pero, en general, parece que las diferencias de rendimiento apreciadas entre las dos formas de agrupamiento no son significativas [2]

LOS GRUPOS HOMOGÉNEOS DE NIVEL INFERIOR SON LOS PERJUDICADOS
Al dividir a los alumnos en función a su rendimiento académico, se ha observado que los estudiantes de grupos homogéneos de nivel inferior tienen percepción negativa de sí mismos, carecen de motivación y poseen baja autoestima. Según Rafael Feito: Estos estudiantes participan menos en actividades extra-curriculares, se comportan peor y realizan con mayor frecuencia actos delictivos [3].

Al estar privados de la compañía de alumnos con alto rendimiento la motivación es menor y los aprendizajes son de peor calidad ya que no derivan de la interacción con aquellos. La psicología social del aprendizaje demuestra cómo influyen los compañeros en la mejora del aprendizaje [4]; en la medida que los niños y adolescentes aprenden no solo del maestro sino de sus pares, estos alumnos empeoran su desempeño puesto que han dejado de contar con el estimulo o ejemplo de sus compañeros brillantes.

LA HOMOGENEIDAD NO EXISTE
Los estudiantes con bajo rendimiento no lo son todo el periodo escolar; la tendencia al agrupamiento homogéneo hace pensar que tal distinción es inmutable o fija; pero, en realidad, debemos aceptar que existen niños caracterizados como lentos que luego se hacen brillantes. Serafín Antúnez, a propósito de estos cambios, luego de cuestionar la existencia misma de la homogeneidad manifiesta que incluso ésta si se presentara: dejaría de existir en un plazo breve de tiempo ya que la intervención de otras variables (capacidades, actitudes, maduración, etc.) determinaría nuevas diferencias y disparidades inmediatamente [5].

La aplicación de los test de inteligencia en los años 60 y 70 del siglo pasado, demostró que durante la escolaridad los estudiantes sufrían cambios sustanciales en el CI, y que aún teniendo la misma edad cronológica podían diferir desde uno hasta ocho años de edad mental, creciendo tal diferencia en los últimos grados [6]. Si no hay dos alumnos iguales ni en sus procesos cognitivos ni en sus ritmos de aprendizaje, el peso de la evidencia hace decir que la homogeneidad no existe.

LOS INCONVENIENTES DE LA HOMOGENEIDAD
En los grupos homogéneos de bajo rendimiento los profesores, de manera inconsciente, imparten enseñanza de menor calidad. Y esto porque los maestros tienen expectativas menores de sus estudiantes, lo que se une al hecho de que los propios alumnos esperan poco de sí mismos, dando por resultado la “autoconfirmación de las profecías”.

De la Orden ha evidenciado la alta correlación entre la diferencia de los grupos homogéneos y las diferencias socioeconómicas; esto significa que los alumnos de los grupos homogéneos de nivel superior son en su mayoría de origen socioeconómico medio o alto; mientras que los de nivel inferior pertenecen a sectores socioeconómicos bajos. Nuestro autor afirma, terminante, que el agrupamiento homogéneo tiende a perpetuar y a ampliar las diferencias en rendimiento académico y en "status social".

La homogeneidad no garantiza eficacia por sí misma, sostiene a su vez Antúnez, ya que si el agrupamiento fuera de manera aleatoria (orden alfabético de los apellidos, por ejemplo) se obtendrían los mismos resultados. Intervenir en las aulas como si todos los alumnos fuesen iguales, es ineficaz en cuanto se aleja del propósito pedagógico que es cubrir las necesidades de cada alumno.

OTROS FACTORES INTERVIENEN CON MAYOR INFLUENCIA QUE EL AGRUPAMIENTO
Las diferencias en el rendimiento académico se deben más al grado de adaptación y diferenciación de contenidos y a las estrategias metodológicas que al agrupamiento.

Para Jorge Torres, las metodologías, los recursos, la motivación y hasta el grado de aceptación de las normas disciplinarias son más importantes que el agrupamiento [7].

Concibiendo que separar a los alumnos por rendimiento académico es inútil, Antúnez observa: El éxito o fracaso de la intervención de los profesores y profesoras dependerá menos del tipo de agrupamiento por el que se opte que de la oportunidad y pertinencia de la metodología que se utilice. Una metodología adecuada al contexto en el que se desarrolla la acción y que sea congruente con las características, necesidades y expectativas de los alumnos y alumnas considerados individualmente se acercará más a nuestros intentos de educar eficazmente que la simple elección de un procedimiento u otro de agrupamiento.

LOS GRUPOS HETEROGÉNEOS LOGRAN MEJOR RENDIMIENTO
Desde hace media centuria ante el inevitable agrupamiento heterogéneo, sea porque resulta imposible homogeneizar condiciones psicológicas de los estudiantes, sea debido a razones puramente administrativas (la enseñanza graduada, la repitencia de cursos) o ya debido a los cambios sociales (coeducación, migraciones, multiculturalismo); por todo ello, en suma, venimos asistiendo al desarrollo de la educación en la diversidad, desde cuyo enfoque es indiscutible la conveniencia de la heterogeneidad.

Existen investigaciones desde la época de García Hoz que destacan las ventajas de trabajar con grupos heterogéneos; en la actualidad se cree que las aulas inclusivas, aquellas que integran a niños con diferentes estilos cognitivos y ritmos de aprendizaje, son más productivas que las exclusivas, beneficiando no sólo a los niños mencionados sino también a los normales. Hay determinados estudios que demuestran un mayor rendimiento académico en los grupos heterogéneos [8]; los que consideran que un aula heterogénea, debido a la variabilidad interpersonal, logra mejor rendimiento grupal.

CONTRA LA CORRIENTE
Contra toda esta abrumadora evidencia científica, los profesores del VES hemos incluido en nuestro Proyecto Educativo Institucional la intención de dividir las aulas o secciones por rendimiento académico. No nos mueve la comodidad de trabajar sin atender las necesidades individuales de nuestros alumnos o sin realizar las correspondientes adaptaciones curriculares en cada sección.

Nos interesa dar una atención debida a dos grupos para los que podemos diseñar currículos diferenciados. Un grupo estaría definido por su alto rendimiento académico, al que se brindaría conocimientos exclusivos con el afán de prepararlos para la universidad y su participación en toda competencia académica (concursos de matemáticas, feria de ciencias, concursos de ensayos, debates, etc.).

Tenemos otro grupo caracterizado por su mal comportamiento y pésimo desempeño académico. Para ellos no sólo habría un currículo que ahondaría los conocimientos básicos de la secundaria, adaptado a las necesidades de estos adolescentes, sino también la atención especializada de un departamento psicopedagógico, así como el apoyo comprometido de los padres.

Este segundo grupo debe insertarse en un proyecto similar al de las Escuelas Aceleradas [9]; sabemos que en Estados Unidos existen mil escuelas que forman parte de ese proyecto [10]. En el año 1986 Henri Levin inicia la experiencia en California para una comunidad con riesgo de fracaso escolar, migrantes hispanos; su propósito era reducir las diferencias entre los niños con muy bajo rendimiento y los normales en las escuelas primarias; desde su filosofía es la escuela y no el niño, la causante del fracaso escolar de grupos sociales disminuidos.

De esas escuelas me llamó la atención el trabajo de los padres; en su intento de comprometer a toda la comunidad en el aprovechamiento del potencial de sus niños, las Escuelas Aceleradas piden a los padres tres horas de trabajo mensuales por hijo matriculado. Es obvio que los problemas de indisciplina son menores, puesto que dos o tres padres ingresan a las aulas y apoyan a los maestros; los niños, viendo la preocupación de los adultos, se concentran en el quehacer pedagógico y mejoran su aprendizaje. Claro que esta propuesta resulta inviable cuando el colegio se convierte en recinto sagrado para algunos profesores, quienes temiendo a las habladurías –o tal vez a la intromisión en su descuidado desempeño- no desean padre alguno merodeando. La participación de los padres es gravitante en nuestra labor, lo sabemos todos, y que mejor si recibimos su visita obligatoria en las aulas; no necesitaríamos escuelas de padres.

Por las razones expuestas, los profesores del Colegio VES nos levantamos en franca rebelión contra toda evidencia científica de que los grupos homogéneos no son favorables. Aparentemente, estaríamos retomando la vieja organización escolar clasificando a nuestros alumnos por rendimiento académico, tal como vienen haciendo las academias preuniversitarias que compiten por el mayor número de ingresantes; pero el proyecto apunta a trascender la mera clasificación para diseñar dos currículos, dar atención personalizada a adolescentes que sufren abandono familiar y académico, así como reforzar las expectativas de éxito en alumnos de grandes habilidades, pretendiendo que la comunidad educativa se concentre en ofrecer experiencias de logro a todos nuestros estudiantes. El objetivo fundamental sería, entonces, elevar el rendimiento académico de nuestros alumnos, no sólo de aquellos que cuentan con aptitudes sino también de quienes sufren riesgo de fracaso escolar.

Desde mi percepción, creo que no hace falta tener secciones de A a la Z con diversos niveles de rendimiento; solo debemos separar a dos secciones por grado: la de alto rendimiento y la otra constituida por alumnos de mal comportamiento y bajas notas.


Notas:

[1] García Hoz, Víctor. Ambiente, organización y diseño educativo. Madrid, Ediciones RIALP S.A., 1991.

[2] De la Orden Hoz, Arturo. El agrupamiento de los alumnos. Madrid, ICE, 1975.

[3] Feito, Rafael. La enseñanza en grupos homogéneos y heterogéneos.
http://www.fapaginerdelosrios.org/documentacion/ensenanza_grupos_homog_heterog_feito.pdf

[4] Tomlinson, Carol Ann. El aula diversificada. Dar respuestas a las necesidades de todos los estudiantes, Barcelona, Octaedro, 2001.

[5] Antúnez, Serafín. Claves para la organización de centros escolares. Barcelona, I.C.E. 5ª ed., 2000.

[6] Saenz Barrio, Oscar. Organización escolar. Una perspectiva ecológica. Editorial Marfil, 1993.

[7] Torres Santome, Jorge. Educación en tiempo de neoliberalismo. Madrid, Ediciones Morata S.L. 2007.

[8] Hay un estudio reciente pero aplicado en ciclo propedéutico de la Universidad Peruana Cayetano Heredia; puede leerse en: http://www.scielo.org.pe/scielo.php?pid=S1019-43552008000100005&script=sci_arttext

[9] Mas información en: http://didac.unizar.es/jlbernal/accelcua.html

[10] Revisar la nota: http://www.gestionescolar.cl/Portal.Base/Web/VerContenido.aspx?ID=130779&GUID=8e7bd850-2371-4a01-9481-437e158f8c16

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