Los adolescentes chinos de Shanghai arrasaron con las pruebas del PISA obteniendo el primer puesto en las tres categorías: comprensión lectora, matemáticas y ciencias. Aulas sin computadoras y con grupos de 45 alumnos, un curriculo centrado en materias básicas con menos deportes y jornadas de casi doce horas diarias, han logrado lo que ningún otro país. Aquí, un fragmento del articulo de Jesús Fernández-Villaverde titulado "Mi sobrina y PISA".
Mi sobrina acude a una escuela (pública) en una ciudad muy cerca de Shànghǎi. Es una ciudad de un desarrollo económico muy comparable al de Shànghǎi (excepto por la ausencia de “super-ricos”) y las escuelas siguen el mismo sistema educativo y están dotadas aproximadamente de los mismos medios. El colegio de mi sobrina no es nada del otro mundo: un edificio grandote, bastante feo, con un patio donde los críos corren. Las aulas son muy austeras, apenas unas mesas y una pizarra y por supuesto sin portátiles ni demás parafernalia que en la mente de nuestros políticos se han convertido en panaceas no se sabe muy bien de qué. Los estudiantes son de clase media, es decir, gente que trabaja en la gran factoría química de la ciudad y en los múltiples negocios que han surgido alrededor de ella. Muy pocos de los padres, por ejemplo, tienen coche, pero prácticamente todos tienen teléfonos móviles. Finalmente, los grupos son de unos 45 chavales por maestro. Aunque todo esto no deja de ser una única observación (y uno no hace análisis estadístico con una observación), mis conversaciones con mi mujer y con la gente local me hace sospechar que esta escuela es bastante representativa de una escuela media en las zonas costeras de China.
Mi primera sorpresa cuando fui a visitar a mi cuñada fue la duración de la jornada escolar. A mi sobrina le hacía mucha ilusión que la fuera a llevar a clase por la mañana y la recogiera por la tarde porque así podía presumir de parientes “exóticos”, con lo cual lo primero que tuve que hacer fue aprenderme los horarios. Entra a las 8.00 de la mañana y sale a las 5 de la tarde. Esto es una jornada bastante más larga de la que se estila en España y, unido a unas vacaciones de verano de solo 8 semanas, te resulta en una cantidad de horas lectivas anuales mucho más alta. Pero en realidad lo de las 5 es solo teórico pues a esa hora empiezan las actividades extracurriculares, en nuestro caso Go (que refuerza la capacidad analítica), danza y clases extras de inglés (aunque solo sea para poder hablar conmigo). Un 80 por ciento de los alumnos del colegio están apuntados al menos a una actividad (y no, los deportes no califican como actividad para ese 80 por ciento) y la mayoría a muchas más. De hecho mi cuñada no es particularmente exagerada ya que muchos de los vecinos tienen a los niños, por ejemplo, con varias horas de piano todos los días (ahí están claro los jóvenes pianistas chinos comiéndose el mundo entero y la orquesta filarmónica de Philadelphia solo fichando chinos en los últimos años). Total, que mi sobrina no suele llegar a casa antes de las 8.00 de la noche.
La segunda sorpresa fue los deberes que tienen que hacer al final de la jornada lectiva. Me llamó la atención la cantidad y avanzado nivel de los deberes de matemáticas y el que, casi todos los días, tengan que memorizar un poema distinto de la literatura clásica china. La idea es, claro, que reforzar la memoria es vital y que la poesía ayuda a aprender a escribir y expresarse correctamente. Uno de las tradiciones en China es que los abuelos repiten con los nietos poemas clásicos con lo cual, socialmente, esta habilidad está particularmente bien apreciada. Mi sobrina, sin ir más lejos, sabe recitar varios centenares de poemas. ¿Cuántos de sus hijos saben recitar a Quevedo (o si lo prefiere, a Jacint Verdaguer o a cualquier otro)?
Al final, lo que todo esto demuestra, en mi opinión... es que el éxito académico depende mucho más del esfuerzo y la dedicación que del gasto en educación o de que pongamos portátiles en las clases. Para aprender matemáticas uno solo necesita papel y un lápiz. Para aprender los clásicos, unas ediciones baratas de los mismos.
Mi sobrina acude a una escuela (pública) en una ciudad muy cerca de Shànghǎi. Es una ciudad de un desarrollo económico muy comparable al de Shànghǎi (excepto por la ausencia de “super-ricos”) y las escuelas siguen el mismo sistema educativo y están dotadas aproximadamente de los mismos medios. El colegio de mi sobrina no es nada del otro mundo: un edificio grandote, bastante feo, con un patio donde los críos corren. Las aulas son muy austeras, apenas unas mesas y una pizarra y por supuesto sin portátiles ni demás parafernalia que en la mente de nuestros políticos se han convertido en panaceas no se sabe muy bien de qué. Los estudiantes son de clase media, es decir, gente que trabaja en la gran factoría química de la ciudad y en los múltiples negocios que han surgido alrededor de ella. Muy pocos de los padres, por ejemplo, tienen coche, pero prácticamente todos tienen teléfonos móviles. Finalmente, los grupos son de unos 45 chavales por maestro. Aunque todo esto no deja de ser una única observación (y uno no hace análisis estadístico con una observación), mis conversaciones con mi mujer y con la gente local me hace sospechar que esta escuela es bastante representativa de una escuela media en las zonas costeras de China.
Mi primera sorpresa cuando fui a visitar a mi cuñada fue la duración de la jornada escolar. A mi sobrina le hacía mucha ilusión que la fuera a llevar a clase por la mañana y la recogiera por la tarde porque así podía presumir de parientes “exóticos”, con lo cual lo primero que tuve que hacer fue aprenderme los horarios. Entra a las 8.00 de la mañana y sale a las 5 de la tarde. Esto es una jornada bastante más larga de la que se estila en España y, unido a unas vacaciones de verano de solo 8 semanas, te resulta en una cantidad de horas lectivas anuales mucho más alta. Pero en realidad lo de las 5 es solo teórico pues a esa hora empiezan las actividades extracurriculares, en nuestro caso Go (que refuerza la capacidad analítica), danza y clases extras de inglés (aunque solo sea para poder hablar conmigo). Un 80 por ciento de los alumnos del colegio están apuntados al menos a una actividad (y no, los deportes no califican como actividad para ese 80 por ciento) y la mayoría a muchas más. De hecho mi cuñada no es particularmente exagerada ya que muchos de los vecinos tienen a los niños, por ejemplo, con varias horas de piano todos los días (ahí están claro los jóvenes pianistas chinos comiéndose el mundo entero y la orquesta filarmónica de Philadelphia solo fichando chinos en los últimos años). Total, que mi sobrina no suele llegar a casa antes de las 8.00 de la noche.
La segunda sorpresa fue los deberes que tienen que hacer al final de la jornada lectiva. Me llamó la atención la cantidad y avanzado nivel de los deberes de matemáticas y el que, casi todos los días, tengan que memorizar un poema distinto de la literatura clásica china. La idea es, claro, que reforzar la memoria es vital y que la poesía ayuda a aprender a escribir y expresarse correctamente. Uno de las tradiciones en China es que los abuelos repiten con los nietos poemas clásicos con lo cual, socialmente, esta habilidad está particularmente bien apreciada. Mi sobrina, sin ir más lejos, sabe recitar varios centenares de poemas. ¿Cuántos de sus hijos saben recitar a Quevedo (o si lo prefiere, a Jacint Verdaguer o a cualquier otro)?
Al final, lo que todo esto demuestra, en mi opinión... es que el éxito académico depende mucho más del esfuerzo y la dedicación que del gasto en educación o de que pongamos portátiles en las clases. Para aprender matemáticas uno solo necesita papel y un lápiz. Para aprender los clásicos, unas ediciones baratas de los mismos.