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Carlos Fernández Liria es un filósofo español que se ha propuesto demostrarnos que hablar de ciudadanía en una sociedad capitalista es una gran farsa. Según lo que expone en uno de los libros del que es coautor, Educación para la ciudadanía. Democracia, Capitalismo y Estado de Derecho (2007), las instituciones sociales que deberían garantizar los derechos ciudadanos no cumplen su cometido porque no existe lo que se denomina Estado de Derecho, es decir no existe en ningún lugar el imperio de la ley. Las democracias occidentales y sus Estados son controlados por las grandes corporaciones económicas que sustentan el sistema capitalista. Estas corporaciones actúan al margen de las decisiones ciudadanas y las leyes existentes; son capaces de chantajear a políticos o financiar golpes de estado con tal de imponer sus intereses privados.
Siendo que las instancias políticas se encuentran subordinadas a intereses económicos, el parlamentarismo se hace incompatible con una sociedad capitalista; dice Fernández ”Todas las cuestiones políticas de importancia han sido y son decididas en la arena de la economía y no en lo que se supone que son las sedes de nuestra instancia política, es decir, en el Parlamento".
Las corporaciones económicas han cesado parlamentos cada vez que estos han decidido algo que no les convenía “Y ... lo han hecho mediante operaciones económicas, y políticas a gran escala, armando ejércitos, dictando bloqueos, chantajes y represalias económicas, o, sencillamente, bombardeando el Parlamento, invadiendo países, financiando golpes de Estado”.
En un ensayo que coescribe con Luis Alegre, El socialismo del siglo XXI (2008), Fernández expone con claridad: “eso que se llama ciudadanía bajo el capitalismo no es más que una ilusión; … eso que se llama Estado de derecho, en condiciones capitalistas no es más que un espejismo; que, por tanto, el capitalismo y la democracia, el capitalismo y el Estado de derecho, son incompatibles; que si parece cotidianamente lo contrario es por un efecto óptico de la mirada política que hay que corregir”.
Siendo que las instancias políticas se encuentran subordinadas a intereses económicos, el parlamentarismo se hace incompatible con una sociedad capitalista; dice Fernández ”Todas las cuestiones políticas de importancia han sido y son decididas en la arena de la economía y no en lo que se supone que son las sedes de nuestra instancia política, es decir, en el Parlamento".
Las corporaciones económicas han cesado parlamentos cada vez que estos han decidido algo que no les convenía “Y ... lo han hecho mediante operaciones económicas, y políticas a gran escala, armando ejércitos, dictando bloqueos, chantajes y represalias económicas, o, sencillamente, bombardeando el Parlamento, invadiendo países, financiando golpes de Estado”.
En un ensayo que coescribe con Luis Alegre, El socialismo del siglo XXI (2008), Fernández expone con claridad: “eso que se llama ciudadanía bajo el capitalismo no es más que una ilusión; … eso que se llama Estado de derecho, en condiciones capitalistas no es más que un espejismo; que, por tanto, el capitalismo y la democracia, el capitalismo y el Estado de derecho, son incompatibles; que si parece cotidianamente lo contrario es por un efecto óptico de la mirada política que hay que corregir”.