"Opennheimer: la marioneta sonriente" se titula este comentario, del siempre lúcido Guillermo Giacosa, sobre un periodista cuya cruzada antichavista ha llegado al hartazgo.
Evito ver el programa de Oppenheimer. Tiene muchos premios y poca objetividad. Es soso y sonso porque resulta imposible no adivinar cuáles serán su conclusiones sobre cualquier tema que trate en su espacio televisivo. Diría que es un vocero del Consenso de Washington al que suele acompañar un grupo coral en el que no falta Carlos Alberto Montaner, tan poco objetivo y un poco más tonto aun que el conductor.
Comentaban –desde su perspectiva de derecha pura y dura– sobre Ollanta, con Chehade como interlocutor desde el Perú y con un mexicano más lúcido que el resto del panel. La interpretación del grupo de marionetas –entre las cuales no incluyo ni a Chehade ni al mexicano– concluyó que el giro hacia el centro de Ollanta expresaba el debilitamiento del chavismo en América Latina. No dijeron, por supuesto, que la derrota de los enemigos de Ollanta significaba, a su vez, el hastío por las políticas neoliberales de las que ellos son voceros y ardientes defensores. Eso no solo no lo dicen, sino que hasta creo que no se lo permiten ni siquiera pensar. Son fundamentalistas de una derecha cuyo cerebro ha sido secuestrado por la obsesión de la productividad sin preguntarse cuáles son los resultados a largo plazo.
Es decir, gana Ollanta y eso no significa rechazo a las políticas hasta ahora aplicadas en el Perú. Sin embargo, arma Ollanta un gabinete mixto –con lo social para la izquierda y lo económico para la derecha– y eso sí es una revelación del declive del chavismo. Me parece idiota. En primer lugar, porque no hubo ni hay un encandilamiento con el chavismo. Hay, sí, intereses comunes. Y esos intereses comunes nos conducen a apostar por la integración sudamericana, como lo ha manifestado el futuro canciller Rafael Roncagliolo, pues de ella dependerá el grado de independencia del que gozaremos en el futuro. Esa independencia del resto, e interdependencia con nuestros vecinos, es una apuesta para integrarnos al mundo como activos sujetos de la historia que vendrá y para abandonar el rol de marionetas que Estados Unidos nos había asignado.
Guillermo Giacosa
Comentaban –desde su perspectiva de derecha pura y dura– sobre Ollanta, con Chehade como interlocutor desde el Perú y con un mexicano más lúcido que el resto del panel. La interpretación del grupo de marionetas –entre las cuales no incluyo ni a Chehade ni al mexicano– concluyó que el giro hacia el centro de Ollanta expresaba el debilitamiento del chavismo en América Latina. No dijeron, por supuesto, que la derrota de los enemigos de Ollanta significaba, a su vez, el hastío por las políticas neoliberales de las que ellos son voceros y ardientes defensores. Eso no solo no lo dicen, sino que hasta creo que no se lo permiten ni siquiera pensar. Son fundamentalistas de una derecha cuyo cerebro ha sido secuestrado por la obsesión de la productividad sin preguntarse cuáles son los resultados a largo plazo.
Es decir, gana Ollanta y eso no significa rechazo a las políticas hasta ahora aplicadas en el Perú. Sin embargo, arma Ollanta un gabinete mixto –con lo social para la izquierda y lo económico para la derecha– y eso sí es una revelación del declive del chavismo. Me parece idiota. En primer lugar, porque no hubo ni hay un encandilamiento con el chavismo. Hay, sí, intereses comunes. Y esos intereses comunes nos conducen a apostar por la integración sudamericana, como lo ha manifestado el futuro canciller Rafael Roncagliolo, pues de ella dependerá el grado de independencia del que gozaremos en el futuro. Esa independencia del resto, e interdependencia con nuestros vecinos, es una apuesta para integrarnos al mundo como activos sujetos de la historia que vendrá y para abandonar el rol de marionetas que Estados Unidos nos había asignado.
Guillermo Giacosa