Amanda Ripley, destacada periodista de Estados Unidos, a fines del 2010
publicó un interesante artículo comparando las aulas de los sistemas
educativos de mayor rendimiento en el mundo con las de su propio país; y encontró un parecido notable, aunque tal semejanza era aplicable a
las aulas de Estados Unidos de hace 30 o 50 años atrás. Andreas Schleicher, especialista
en educación de la OCDE, al ser entrevistado le dijo que "en la mayoría
de los sistemas educativos de alto rendimiento, la tecnología está
notablemente ausente de las aulas".
Efectivamente, los primeros puestos del último PISA, Shangai y Finlandia, no destacan por un uso intensivo de las TIC en la educación básica; Ripley (1) refiere que en algunas aulas de estos exitosos sistemas educativos apenas hay un proyector multimedia. Las autoridades de Estados Unidos en donde desde hace más de una década distribuyen computadoras portátiles a sus estudiantes, se han puesto a dudar sobre el impacto de los programas uno a uno (que es así como se denomina a la iniciativa de entregar a cada alumno una laptop), desde que algunas escuelas de Nueva York decidieron no invertir más en esos programas por el año 2007; además de costoso observaron que no había ninguna mejora del rendimiento.
Se ha escrito demasiado sobre las ventajas de la integración de las TIC en las escuelas; casi todos hablan de un ambiente de aprendizaje enriquecido que tendría por consecuencia el desarrollo de competencias propias del mercado global: la creatividad, la autonomía, el trabajo en equipo y hasta del pensamiento crítico.
Un buen número de especialistas ante las dificultades de su implementación o los escasos logros de aprendizaje en los estudiantes, han argumentado que es debido a la falta de preparación del docente, habituado como está a viejos usos del oficio; Maria Teresa Lugo (2), por ejemplo, se anima a explicarnos, según ella una paradoja: que tenemos escuelas para el siglo XXI, con un formato del siglo XIX y con docentes preparados en el siglo XX.
También hay quienes culpan de los avances modestos en el logro de objetivos a los políticos; en efecto, la alta visibilidad y el impacto que tienen para la opinión pública la entrega de miles de computadoras a niños y adolescentes de sectores pobres, pero con casi nula inversion en la preparación de sus maestros, ha sido la práctica constante de muchas autoridades en estos últimos años.
Pero hay unos pocos que dudan de las bondades manifiestas de las TIC; son investigadores como aquellos de la Duke University: Charles T. Clotfelter, Helen F. Ladd y Jacob L. Vigdor (3), que en el año 2008 realizaron una investigación en Carolina del Norte, Estados Unidos, pretendiendo demostrar que las computadoras e internet tenían un impacto negativo en el rendimiento académico, y que se hacía mayor en estudiantes pobres.
Parecida tesis tienen Ofer Malamud y Cristian Pop-Eleches (4), economistas de Estados Unidos que en el 2010 sustentaban que los chicos rumanos que se pasaban horas en la computadora tenían bajo rendimiento en matemáticas y lengua.
Otro argumento detractor de las ventajas de la tecnología de la información viene de Clifford Nass (5) que en el 2010 dirigió una investigación en la Universidad de Stanford sobre los medios de comunicación y las múltiples tareas a las que se ve expuesto el adolescente de hoy como ver televisión, escribir mensajes de texto, leer en internet, etc., todo al mismo tiempo; la multitarea tiene por efecto la reducción de su capacidad intelectual, impide que su cerebro filtre la información importante de la que no lo es y cause déficits de atención y concentración.
Si no hay evidencia plena de que el uso intensivo de las TIC mejora el aprendizaje, ¿por qué se insiste tanto en hablar de sus ventajas? ¿Habrá otros intereses además del pedagógico en esta insistencia?
Efectivamente, los primeros puestos del último PISA, Shangai y Finlandia, no destacan por un uso intensivo de las TIC en la educación básica; Ripley (1) refiere que en algunas aulas de estos exitosos sistemas educativos apenas hay un proyector multimedia. Las autoridades de Estados Unidos en donde desde hace más de una década distribuyen computadoras portátiles a sus estudiantes, se han puesto a dudar sobre el impacto de los programas uno a uno (que es así como se denomina a la iniciativa de entregar a cada alumno una laptop), desde que algunas escuelas de Nueva York decidieron no invertir más en esos programas por el año 2007; además de costoso observaron que no había ninguna mejora del rendimiento.
Se ha escrito demasiado sobre las ventajas de la integración de las TIC en las escuelas; casi todos hablan de un ambiente de aprendizaje enriquecido que tendría por consecuencia el desarrollo de competencias propias del mercado global: la creatividad, la autonomía, el trabajo en equipo y hasta del pensamiento crítico.
Un buen número de especialistas ante las dificultades de su implementación o los escasos logros de aprendizaje en los estudiantes, han argumentado que es debido a la falta de preparación del docente, habituado como está a viejos usos del oficio; Maria Teresa Lugo (2), por ejemplo, se anima a explicarnos, según ella una paradoja: que tenemos escuelas para el siglo XXI, con un formato del siglo XIX y con docentes preparados en el siglo XX.
También hay quienes culpan de los avances modestos en el logro de objetivos a los políticos; en efecto, la alta visibilidad y el impacto que tienen para la opinión pública la entrega de miles de computadoras a niños y adolescentes de sectores pobres, pero con casi nula inversion en la preparación de sus maestros, ha sido la práctica constante de muchas autoridades en estos últimos años.
Pero hay unos pocos que dudan de las bondades manifiestas de las TIC; son investigadores como aquellos de la Duke University: Charles T. Clotfelter, Helen F. Ladd y Jacob L. Vigdor (3), que en el año 2008 realizaron una investigación en Carolina del Norte, Estados Unidos, pretendiendo demostrar que las computadoras e internet tenían un impacto negativo en el rendimiento académico, y que se hacía mayor en estudiantes pobres.
Parecida tesis tienen Ofer Malamud y Cristian Pop-Eleches (4), economistas de Estados Unidos que en el 2010 sustentaban que los chicos rumanos que se pasaban horas en la computadora tenían bajo rendimiento en matemáticas y lengua.
Otro argumento detractor de las ventajas de la tecnología de la información viene de Clifford Nass (5) que en el 2010 dirigió una investigación en la Universidad de Stanford sobre los medios de comunicación y las múltiples tareas a las que se ve expuesto el adolescente de hoy como ver televisión, escribir mensajes de texto, leer en internet, etc., todo al mismo tiempo; la multitarea tiene por efecto la reducción de su capacidad intelectual, impide que su cerebro filtre la información importante de la que no lo es y cause déficits de atención y concentración.
Si no hay evidencia plena de que el uso intensivo de las TIC mejora el aprendizaje, ¿por qué se insiste tanto en hablar de sus ventajas? ¿Habrá otros intereses además del pedagógico en esta insistencia?
Notas:
3. Charles T. Clotfelter, Helen F. Ladd y Jacob L. Vigdor:
5. Clifford Nass
César Huarcaya Rojas