Si el nobel Vargas llama a Evo Morales “dictadorzuelo
corrompido”, por amañarse en las elecciones para permanecer en el
poder, ¿cómo se calificaría a Sebastián Piñera por aferrarse a
la presidencia a costa de 24 muertos, 2800 heridos, protestas de
miles de estudiantes y trabajadores durante más de cuarenta días pidiendo su renuncia?
Mientras Andrés Oppenheimer cree que el modelo económico en Chile
tiene ahora oportunidad de hacer algunas correcciones y convertirse
en algo aún mejor, hay quienes sostienen que el neoliberalismo tal
como nació, morirá en el país vecino.
A pesar de los
temores de muchos de que Chile dejará de ser un modelo económico
para América Latina tras las violentas protestas que dejaron al
menos 24 muertos y terminaron con un acuerdo político para redactar
una nueva Constitución, existen razones para ser cautelosamente
optimistas sobre el futuro del país.
Es cierto que habrá
correcciones importantes, y muy necesarias, a la economía de libre
mercado del país. Según el nuevo acuerdo político, habrá un
referéndum en abril de 2020 sobre si cambiar la Constitución, que
probablemente resultará en reformas sociales que la comunidad
empresarial chilena ha resistido durante mucho tiempo.
Desde una
perspectiva económica, Chile experimentará graves problemas. El
desempleo se disparará, la inversión extranjera se agotará y el
capital abandonará el país. Aún está por verse si habrá una
reversión completa a la media latinoamericana. También queda por
ver si Chile se convertirá en un país más igualitario.
Chile tendrá una
nueva Constitución, una que otorga un papel central al estado en los
asuntos económicos y sociales, y garantizará a nivel constitucional
los derechos sociales como la educación y la salud.
El experimento
neoliberal está completamente muerto. Es probable que sea
reemplazado por un estado de bienestar que intentará seguir a los
países nórdicos.