Los partidos políticos han tenido en las democracias liberales tres objetivos ideales: representar a una determinada población, llegar al poder o gobierno y lograr el bienestar común. Para tales objetivos deberían utilizar como instrumentos una ideología política y un programa o plan de gobierno. En cuanto expresan las demandas de la población se les ha asignado el rol de intermediarios entre la sociedad y el Estado.
Todo esto en el plano de las ideas, porque en la realidad fácil es demostrar, sobre todo en las últimas décadas, que dicho rol está seriamente limitado dada su deficiente actuación, tanto así que en el Perú hay quienes arguyen que los partidos políticos no existen. Lo que es evidente es una profunda crisis de representatividad manifestada en la abrumadora cantidad de agrupaciones políticas existentes en todo el territorio nacional (para las últimas elecciones regionales y municipales existen 420 inscritas en el Jurado Nacional de Elecciones). A esto se suma el descrédito de sus líderes que incumplieron promesas electorales y se vieron involucrados en escandalosos actos de corrupción.
En la década de los noventa aparecieron los movimientos independientes pretendiendo llenar el vacío generado por la crisis de representatividad de los partidos tradicionales. Hoy sabemos que esa pretensión creó falsas expectativas en la población, ya que el accionar de estos movimientos no distó nada del que efectuaban los viejos partidos políticos.
Cuando al periodista César Hildebrant se le preguntó en entrevista concedida a La República (15 de agosto de 2010): Es evidente que los políticos se han empobrecido y envilecido, no solo en el Perú sino también en Estados Unidos y Europa. ¿A qué atribuye este fenómeno?, responde con la lucidez de siempre: Al hecho de que los políticos ya no son los que mandan sino que son los que operan las grandes corporaciones que se han convertido en el verdadero poder detrás de la política. Bush era al final de cuentas un monigote manejado por el complejo militar-industrial de los Estados Unidos, y Berlusconi no es sino la interpretación política de la Confiep italiana en el poder. España marcha hacia lo mismo con el próximo gobierno de derecha que va a tener.
Si asumimos la lógica del periodista y aceptamos que son las corporaciones las que mandan, explicaríamos satisfactoriamente porque muchos partidos políticos actuales ya no cuentan con ideología y en el caso de los partidos históricos como el APRA y el PPC entenderíamos el "vaciamiento" de sus postulados primigenios. No es de extrañar que la prédica y accionar de los partidos políticos y sus líderes sean despreciados, puesto que su capacidad de representar los intereses de la sociedad ha cedido su lugar a la defensa de un modelo económico y los intereses de un minúsculo grupo de empresarios.