Ciudadanos y ciudadanía conceptos en desarrollo y cambio
Debemos entender los conceptos de ciudadano y de ciudadanía como en permanente desarrollo y cambio. La noción de ciudadano que data ya de la Grecia Antigua resurgió históricamente en el marco del liberalismo ilustrado de los siglos XVII y XIX, vinculada y consagrada en el concepto ilustrado de ciudadanía que surgió en contra posición del súbdito propio de las monarquías absolutas, y que define al ciudadano como un sujeto racional, informado y activo, que se encuentra en plena posesión de sus derechos y tiene, correspondientemente, completa responsabilidad acerca de sus deberes.
En el siglo XX que vio desenvolver el Estado democrático, la noción de ciudadanía y de ciudadano se ha expandido, desarrollado y enriquecido de manera nunca antes vista. Esto, paradójicamente, como resultado de haber presenciado y vivido de forma dramática, tanto en la Europa ilustrada como en muchos otros continentes -del cual no se excluye América Latina...- la supresión y violación de todos los derechos ciudadanos fundamentales. En efecto, la comunidad internacional concordó ya en el año 1948 en una carta universal de derechos humanos en donde se reconocen y consagran, no sólo los derechos políticos y civiles sino también los económicos, sociales y culturales, y en los que se han incluido, con el transcurso del siglo, los derechos medio ambientales, los derechos colectivos, de bien común y de justicia global o internacional.
En América Latina, como resultado de las cruentas dictaduras y los estados endémicos de pobreza, violencia, corrupción, impunidad, intolerancia y discriminación surge con fuerza la necesidad de avanzar desde la noción clásica de ciudadanía política a la de la ciudadanía social. Ciudadanía es, en este sentido, una nueva manera de aludir al pueblo o a la sociedad civil, que pone en el centro a los individuos como sujetos de derechos y responsabilidades a las cuales acceden en su calidad de integrantes activos de una comunidad política y social concebida como un Estado democrático y social de derecho.
La formación ciudadana en el contexto de los problemas ciudadanos
La formación ciudadana adquiere su significado más profundo cuando confronta y se vincula estrechamente con los problemas sociales que aquejan a la sociedad nacional y global como son, por ejemplo, los de la pobreza crónica y desmoralizante; los que se derivan de nuestras democracias frágiles e inestables, los problemas derivados de injusticia social, la violencia; el racismo; la discriminación e intolerancia, la falta de igualdad de oportunidades, la inseguridad y otros tantos problemas que enfrenta la sociedad. La formación ciudadana no puede ocultar, eludir o negar estos problemas en sus conflictos, contradicciones y tensiones. Su tarea educativa es, precisamente, esclarecedora y busca que los estudiantes de manera colectiva levanten propuestas de solución. De esta forma, se hacen ciudadanos activos y participativos.
No debiéramos olvidar que el sentido último de la formación ciudadana es aportar a la transformación de la sociedad y a producir aquellos cambios que aseguren incrementar la ciudadanización democrática de ésta.
La formación ciudadana refuerza su sentido colectivo al crear capital social
El capital social se traduce en el grado de confianza existente entre los actores sociales, las normas de comportamiento cívico practicadas y el nivel de asociatividad que caracteriza a sus miembros. En otras palabras, el capital social de una persona se logra cuando es capaz de crear redes, normas y confianza social que facilitan la coordinación y cooperación en beneficio mutuo. El capital social se construye en base al respeto mutuo, a la confianza y a la reciprocidad y contribuye en forma determinante a mejorar la calidad de vida de los individuos y las comunidades. Las comunidades con altos niveles de capital social tienden a tener más elevados logros educativos, gobiernos más eficientes y responsables, instituciones más responsables, mayor nivel de desarrollo socio-económico, menos criminalidad y violencia.
La formación ciudadana contribuye a que los estudiantes aprendan a levantar proyectos colectivos, a participar en grupos comunitarios, grupos voluntarios, a apropiarse del espacio público, en donde los ciudadanos se pueden reconocer y reencontrar como miembros de una comunidad con historia y tradiciones comunes. Por sobre todo, se trata de proporcionarle a los estudiantes las herramientas para participar activamente en la vida social, económica, política y cultural de la sociedad, construyendo confianzas y, a su vez, aprendiendo a ejercer poder e influencia sobre las múltiples decisiones que comprometen a su persona en sus quehaceres cotidianos.
La formación ciudadana vista de dos paradigmas distintos: perspectiva liberal y comunitarista
Debemos entender los conceptos de ciudadano y de ciudadanía como en permanente desarrollo y cambio. La noción de ciudadano que data ya de la Grecia Antigua resurgió históricamente en el marco del liberalismo ilustrado de los siglos XVII y XIX, vinculada y consagrada en el concepto ilustrado de ciudadanía que surgió en contra posición del súbdito propio de las monarquías absolutas, y que define al ciudadano como un sujeto racional, informado y activo, que se encuentra en plena posesión de sus derechos y tiene, correspondientemente, completa responsabilidad acerca de sus deberes.
En el siglo XX que vio desenvolver el Estado democrático, la noción de ciudadanía y de ciudadano se ha expandido, desarrollado y enriquecido de manera nunca antes vista. Esto, paradójicamente, como resultado de haber presenciado y vivido de forma dramática, tanto en la Europa ilustrada como en muchos otros continentes -del cual no se excluye América Latina...- la supresión y violación de todos los derechos ciudadanos fundamentales. En efecto, la comunidad internacional concordó ya en el año 1948 en una carta universal de derechos humanos en donde se reconocen y consagran, no sólo los derechos políticos y civiles sino también los económicos, sociales y culturales, y en los que se han incluido, con el transcurso del siglo, los derechos medio ambientales, los derechos colectivos, de bien común y de justicia global o internacional.
En América Latina, como resultado de las cruentas dictaduras y los estados endémicos de pobreza, violencia, corrupción, impunidad, intolerancia y discriminación surge con fuerza la necesidad de avanzar desde la noción clásica de ciudadanía política a la de la ciudadanía social. Ciudadanía es, en este sentido, una nueva manera de aludir al pueblo o a la sociedad civil, que pone en el centro a los individuos como sujetos de derechos y responsabilidades a las cuales acceden en su calidad de integrantes activos de una comunidad política y social concebida como un Estado democrático y social de derecho.
La formación ciudadana en el contexto de los problemas ciudadanos
La formación ciudadana adquiere su significado más profundo cuando confronta y se vincula estrechamente con los problemas sociales que aquejan a la sociedad nacional y global como son, por ejemplo, los de la pobreza crónica y desmoralizante; los que se derivan de nuestras democracias frágiles e inestables, los problemas derivados de injusticia social, la violencia; el racismo; la discriminación e intolerancia, la falta de igualdad de oportunidades, la inseguridad y otros tantos problemas que enfrenta la sociedad. La formación ciudadana no puede ocultar, eludir o negar estos problemas en sus conflictos, contradicciones y tensiones. Su tarea educativa es, precisamente, esclarecedora y busca que los estudiantes de manera colectiva levanten propuestas de solución. De esta forma, se hacen ciudadanos activos y participativos.
No debiéramos olvidar que el sentido último de la formación ciudadana es aportar a la transformación de la sociedad y a producir aquellos cambios que aseguren incrementar la ciudadanización democrática de ésta.
La formación ciudadana refuerza su sentido colectivo al crear capital social
El capital social se traduce en el grado de confianza existente entre los actores sociales, las normas de comportamiento cívico practicadas y el nivel de asociatividad que caracteriza a sus miembros. En otras palabras, el capital social de una persona se logra cuando es capaz de crear redes, normas y confianza social que facilitan la coordinación y cooperación en beneficio mutuo. El capital social se construye en base al respeto mutuo, a la confianza y a la reciprocidad y contribuye en forma determinante a mejorar la calidad de vida de los individuos y las comunidades. Las comunidades con altos niveles de capital social tienden a tener más elevados logros educativos, gobiernos más eficientes y responsables, instituciones más responsables, mayor nivel de desarrollo socio-económico, menos criminalidad y violencia.
La formación ciudadana contribuye a que los estudiantes aprendan a levantar proyectos colectivos, a participar en grupos comunitarios, grupos voluntarios, a apropiarse del espacio público, en donde los ciudadanos se pueden reconocer y reencontrar como miembros de una comunidad con historia y tradiciones comunes. Por sobre todo, se trata de proporcionarle a los estudiantes las herramientas para participar activamente en la vida social, económica, política y cultural de la sociedad, construyendo confianzas y, a su vez, aprendiendo a ejercer poder e influencia sobre las múltiples decisiones que comprometen a su persona en sus quehaceres cotidianos.
La formación ciudadana vista de dos paradigmas distintos: perspectiva liberal y comunitarista
En la actualidad la discusión respecto a ciudadanía podemos circunscribirla a dos grandes paradigmas: el liberal y el comunitarista, cada uno con sus propios matices internos y, por consiguiente, cada uno enfatizando una formación ciudadana distinta.
En la concepción liberal, el concepto de ciudadanía se entiende esencialmente, a partir de la entrega de derechos a los individuos. Los derechos son concebidos como “triunfos” del individuo sobre el Estado, con el fin de neutralizar su capacidad y proteger la autonomía del individuo, entendida como la libre determinación para adoptar cualquier concepción del bien y la vida buena, sin coerción externa. En la óptica liberal se entiende la democracia como el régimen político que garantiza la autonomía del individuo en el ejercicio de sus derechos para desarrollar sus propios planes de vida. Aun cuando el liberalismo contribuyó a la formulación de la idea de una ciudadanía universal, basada en la concepción de que todos los individuos nacen libres e iguales, para muchos críticos esta corriente de pensamiento redujo la condición de ciudadanía a un status legal, estableciendo los derechos que los individuos poseen frente al Estado.
La formación ciudadana en esta postura hará énfasis, por sobre todo, en el desarrollo de la autonomía, la autoafirmación, la racionalidad y el empoderamiento de la persona como sujeto de derecho.
En la postura comunitaria se critican los extremos a que puede llevar el individualismo liberal, que pone en peligro los valores comunitarios, el espíritu cívico y la participación en el autogobierno. Se plantea una mirada que releva la acción social y cívica, a través de un enfoque integral que debería abordar en conjunto al individuo y a la sociedad. Un planteamiento vinculado a la tradición democrática republicana que apela a una ciudadanía comunitaria constituida a través de su participación en el Estado. Lo que exige una formación de ciudadanos y un cultivo de las virtudes cívicas para la participación en el autogobierno, pero al mismo tiempo, un Estado no neutral frente a los valores y proyectos de vida de sus ciudadanos. En oposición al liberalismo, esta tendencia busca enfatizar el valor de la participación política directa de la ciudadanía atribuyendo un papel central a la inserción del individuo en una comunidad política. La democracia se va a entender como el régimen que expresa políticamente a la comunidad, la cual constituye el marco de desarrollo de las capacidades personales. La noción de participación ciudadana supone conocimiento e interés en los asuntos públicos, un sentimiento de pertenencia a una comunidad política y un sentido de responsabilidad por el todo social, lo que exige el desarrollo de practicas, costumbres y conductas particulares, que den cuerpo a una “virtud cívica” que sustente al autogobierno democrático.
En esta postura la formación ciudadana hará hincapié en que los estudiantes desarrollen un conocimiento e interés en los asuntos públicos, un sentimiento de pertenencia a una comunidad política y un sentido de responsabilidad por el todo social.
http://www.educarchile.cl/Portal.Herramientas/transversalidad/ideas_fuerza_formacion.htm