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La violencia juvenil


¿VASO MEDIO LLENO O MEDIO VACÍO?
Violencia juvenil en Latinoamérica

Por Virgilio Levaggi. Analista
Enero a setiembre: 26 muertes de jóvenes en enfrentamientos, 21 por apuñalamiento; 19 años es la edad máxima de las víctimas, 14 la mínima y los agresores no superan los 20. Desde mayo la policía ha registrado a más de 35 mil personas y se han decomisado más de 1.900 armas blancas: en el último lustro los jóvenes (16-18 años) admitidos en hospitales, producto de heridas con este tipo de armas, han aumentado en 75%.
La información anterior no es de Cartagena de Indias ni de las maras centroamericanas. Las cifras son londinenses. La violencia juvenil desplazó al terrorismo como una de las principales preocupaciones de Scotland Yard.
El videojuego más vendido en su año de lanzamiento (2006) fue "Gangs of London". ¿Educativo?
La información de la violencia juvenil en Inglaterra debe contrastarse con otra no menos relevante. Los NEET (Not in Employment, Education or Training) ingleses son un serio problema. En el New Deal (1997) laborista, los jóvenes desempleados (18 a 24 años) por más de seis meses tenían que entrar en un programa que los ponía a estudiar, practicar o trabajar; sin embargo, la tasa de desempleo para dicha franja etaria es la misma que hace una década. La aplicación exitosa de políticas para este colectivo no es fácil.
El 17,5% de los europeos entre 15 y 24 años no tiene trabajo y casi el 40% del total de desocupados de la Unión Europea es menor de 30 años. Hace 20 años Ralf Darhendorf comenzó a hablar de anomia social entre los jóvenes europeos, un continente que envejece.
Según Latinobarómetro los dos problemas principales en los 18 países donde realiza sus entrevistas son desempleo y violencia. Un reciente informe de la OMS indica que aunque América Latina no es la región más peligrosa del mundo, sí lo es para la juventud: los jóvenes latinoamericanos ocupan el primer lugar en el mundo en mortalidad causada.
¿Qué piensan los jóvenes? En el Perú, para el 34%, su principal temor es quedar desempleado y para el 46% el mundo laboral le presenta las principales dificultades para incorporarse a la vida adulta: falta de oportunidades de empleo, inestabilidad en el trabajo y bajas remuneraciones. Para el 31% de los entrevistados triunfar en la vida significa poder trabajar en lo que le gusta y ser exitoso en el trabajo. En Brasil el trabajo está entre los asuntos de mayor interés de los jóvenes y su falta entre los problemas que más les preocupan, pues ven el trabajo como necesidad, fuente de independencia y de autorrealización. Acabar los estudios y mejorar las condiciones de trabajo son las dos principales aspiraciones de la juventud en Costa Rica. Estudio y trabajo están entre los temas más importantes de los jóvenes en El Salvador. La falta de oportunidades de trabajo es uno de los problemas fundamentales de la juventud en República Dominicana.
Como señala el informe "Trabajo decente y juventud en América Latina" (OIT), el reto para el continente lo constituyen 31 millones de jóvenes trabajando en situaciones precarias y 22 millones que no estudian ni trabajan (81% en ciudades y 72% mujeres). Sobre 106 millones la realidad es que el vaso está a la mitad.
Como nos acercamos al máximo de jóvenes en el continente sería oportuno plantearse políticas, con ellos, para que su energía pueda contribuir con el fortalecimiento de la democracia, el crecimiento económico y la cohesión social.
En ello la promoción del trabajo y del espíritu emprendedor es central, como lo acaban de señalar los ministros de Trabajo reunidos en El Salvador. En el continente más desigual del mundo resulta claro que, para progresar, la inversión en la gente es crucial. Más aun, la gente joven es crucial para el progreso del continente.

El Comercio 29-09-08

UN PERFIL DE LAS PANDILLAS

Se encuentran pandillas de jóvenes en todas las regiones del mundo. Aunque su tamaño y naturaleza pueden variar muchísimo de un grupo eminentemente social a una red delictiva organizada; todas parecen responder a la necesidad básica de pertenecer a un grupo y crear su propia identidad.
En la región occidental de El Cabo, Sudáfrica, hay unos 90 000 miembros de pandillas, mientras que en Guam se registraron en 1993 alrededor de 110 pandillas permanentes, unas 30 de ellas muy bravas.
En Port Moresby, Papua Nueva Guinea, se ha denunciado la existencia de cuatro asociaciones delictivas grandes, con numerosos subgrupos. Hay unos 30 000 a 35 000 miembros de pandillas en El Salvador y una cantidad similar en Honduras, mientras que en los Estados Unidos, en 1996 estaban operando unas 31 000 pandillas en cerca de 4 800 ciudades grandes y pequeñas. En Europa existen pandillas en diversa medida en todo el continente y son particularmente agresivas en los países en transición económica, como la Federación de Rusia.
Las pandillas son básicamente un fenómeno masculino, aunque en países como Estados Unidos las niñas están formando sus propias pandillas. La edad de los miembros de la pandilla puede variar entre los 7 y los 35 años, pero comúnmente son muchachos adolescentes o veinteañeros. Suelen provenir de zonas económicamente desfavorecidas y de ámbitos urbanos y suburbanos de clase trabajadora con bajos ingresos. A menudo, los integrantes de las pandillas han abandonado la escuela y tienen trabajos que requieren poca capacitación o mal remunerados. Muchas pandillas de los países de ingreso alto y mediano están integradas por personas de minorías étnicas o raciales que quizás estén socialmente muy marginadas.
Las pandillas se asocian con el comportamiento violento. Los estudios han revelado que, a medida que los jóvenes pasan a formar parte de las pandillas, se tornan más violentos y se involucran en actividades más arriesgadas, a menudo ilícitas. En Guam, más de 60% de los delitos violentos informados a la policía son cometidos por jóvenes y gran parte de ellos se relacionan con las actividades de las pandillas bravas de la isla. En Bremen, Alemania, la violencia perpetrada por los miembros de las pandillas representa casi la mitad de los delitos violentos notificados. En un estudio longitudinal de casi 1 000 jóvenes en Rochester, Estados Unidos, aproximadamente 30% de la muestra eran miembros de pandillas, pero eran responsables de alrededor de 70% de los delitos violentos notificados espontáneamente y de 70% del tráfico de drogas.
Una compleja interacción de factores lleva a los jóvenes a optar por la vida de las pandillas. Estas parecen proliferar en los lugares donde se ha desintegrado el orden social establecido y donde no hay formas alternativas de comportamiento cultural compartido. Otros factores socioeconómicos, comunitarios e interpersonales que alientan a los jóvenes a incorporarse a las pandillas son:
· la falta de oportunidades de movilidad social o económica, dentro de una sociedad que promueve agresivamente el consumo;
· la declinación del cumplimiento de la ley y el orden en el plano local;
· la interrupción de los estudios, combinada con salarios bajos por el trabajo no calificado;
· la falta de orientación, supervisión y apoyo de los padres y otros miembros de la familia;
· el castigo físico severo o la victimización en el hogar;
· el hecho de tener compañeros que ya forman parte de una pandilla.

“Informe mundial de la violencia y la salud”, OMS, 2003


LA VIOLENCIA JUVENIL EN EL MUNDO

La violencia juvenil daña profundamente no solo a las víctimas, sino también a sus familias, amigos y comunidades. Sus efectos se ven no solo en los casos de muerte, enfermedad y discapacidad, sino también en la calidad de vida. La violencia que afecta a los jóvenes incrementa enormemente los costos de los servicios de salud y asistencia social, reduce la productividad, disminuye el valor de la propiedad, desorganiza una serie de servicios esenciales y en general socava la estructura de la sociedad.
No se puede considerar el problema de la violencia juvenil aislado de otros comportamientos problemáticos. Los jóvenes violentos tienden a cometer una variedad de delitos; además, a menudo presentan también otros problemas, tales como el ausentismo escolar, el abandono de los estudios y el abuso de sustancias psicotrópicas, y suelen ser mentirosos compulsivos y conductores imprudentes y estar afectados por tasas altas de enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, no todos los jóvenes violentos tienen problemas significativos además de su violencia ni todos los jóvenes con problemas son necesariamente violentos.
Hay conexiones cercanas entre la violencia juvenil y otras formas de violencia. Por ejemplo, presenciar
actos violentos en el hogar o sufrir abuso físico o sexual puede condicionar a los niños o adolescentes de tal modo que consideren la violencia como un medio aceptable para resolver los problemas. La exposición prolongada a conflictos armados también puede contribuir a crear una cultura general del terror, que aumenta la incidencia de la violencia juvenil.

“Informe mundial de la violencia y la salud”, OMS, 2003

La violencia juvenil se ha convertido en un problema que genera fuerte alarma social. Su raíz procede de distintas causas: la situación económica familiar y social; la falta de posibilidades laborales dignas; el abandono de los adultos responsables del ejercicio de la parentalidad (madres apesadumbradas y padres desertores o ausentes); el inadecuado sistema educacional, las tensiones de una sociedad competitiva (acumuladora de bienes materiales y carente de valores humanistas); niños incapaces de controlar sus impulsos, medios de comunicación que no promueven valores adecuados que hagan posible la convivencia.
Esta es una sociedad donde reina la anomia (ausencia de valores sociales que guíen las conductas de las personas), se trata de un gravísimo estado de desintegración cultural, que surge cuando las necesidades vitales -tanto físicas como emocionales- no se satisfacen y las personas se frustran progresivamente, para acabar siendo individuos que viven en una situación global de intolerancia y desinterés total por la convivencia. La violencia se “siembra” en los primeros años de la vida en el seno del hogar y la escuela, después en la adolescencia, el medio social estimula la incompatibilidad entre aspiraciones y oportunidades reales de los jóvenes, y la violencia “crece” activada por “valores” culturales que glorifican las soluciones agresivas de los conflictos entre las personas.

Lucía Godoy
Escuela de Fonoaudiología de la U. Andrés Bello


POR QUÉ LA VIOLENCIA

La agresividad es un instinto consustancial al ser humano, y la violencia (psicológica o física) aparece como el medio más rápido para conseguir lo que nos proponemos. La persuasión entraña dificultades y exige habilidades dialécticas que no abundan entre los jóvenes. De todos modos, nadie está libre de reacciones primitivas, de carácter agresivo, para defender el territorio propio. Que, cuando se producen de forma reiterada, terminan formando una conducta. Los humanos somos la única especie animal que ha creado una cultura de la violencia y los medios de destruir al oponente se hacen cada vez más específicos y complejos.
Así pues, niños y jóvenes nacen y crecen en un mundo violento. Y no hablamos sólo de guerras ni siquiera de agresiones físicas. La violencia que más cala en los niños proviene de un estilo de vida (que empapa a la familia, la escuela y la calle) en la que uno de los valores supremos es el control y la seguridad. Que se manifiesta en la defensa de la individualidad y en la colocación de alambres de espino en nuestro territorio individual. Las actitudes violentas, en suma, prenden muy bien en una sociedad competitiva que predica soluciones individualistas y que olvida promocionar la dimensión social de las personas. Así, resulta hipócrita que nos espantemos de algunos niños que produce la sociedad que hemos creado. Desde un punto de vista sociológico, por tanto, las conductas violentas de niños y jóvenes podrían interpretarse como la consecuencia de la preponderancia de lo individual ante el interés común.
Pero, desde una perspectiva psicológica, se explican las conductas violentas independientemente del momento social en que se producen, recurriendo a lo más íntimo del ser humano. Generalmente, las travesuras se cometen junto a un grupo de amigos y se actúa espontáneamente. Quien transgrede la norma se siente importante y admirado por sus amigos. Y el acto mismo resulta estimulante: sabe el niño o joven que sus padres no lo aprobarán, pero eso sólo añade un poco de emoción. Lo que importa es la aprobación de los amigos, esa es la recompensa y merece la pena asumir el riesgo del castigo.
Los casos leves de vandalismo y violencia forman parte del desarrollo normal de niños y jóvenes, provienen de su necesidad de sentirse independiente, rebelde, o parte de un grupo, el de sus amigos. Entendámoslo: los sentimientos que impulsan estos actos incívicos son universales. Los niños buscan identificarse como individuos y reafirmarse como miembros de un grupo. En otras ocasiones, buscan desquitarse de acciones que consideran injustas, protagonizadas por las figuras de autoridad: padres, profesores, policía... Una de las vividas como más injusta es la que convierte al niño en "invisible", todo lo que él o ella interpretan como que no se les tiene en cuenta o no se les reconoce sus logros.
Muchos niños que crecen en ambientes en los que sienten que no valen mucho, y pueden (por la excesiva tolerancia familiar) hacer casi cualquier cosa que le pida su grupo. La necesidad de aceptación por el grupo puede inducir a un comportamiento antisocial, especialmente en la adolescencia: en medio de la desorientación, sentirse parte del grupo (que, a veces, es lo único que eligen) es lo más importante.


LA VIOLENCIA, ¿SÓLO UNA SEÑAL?

Los actos agresivos son la gota que colma el vaso; el problema casi siempre es previo. A veces, el niño emite "sus señales" con gran intensidad (un robo, una pelea con heridos, una agresión a los padres, a un compañero o profesor) y surge el problema, ya ineludible. El "mensaje" requiere respuestas. La de los padres, aún cuando sólo sea el castigo, es imprescindible. Es mejor que nada. Para un adolescente en pleno bache de rebeldía, que se comunica mediante conductas reprobables, sus acciones son palabras no dichas, su opinión ante el estado de las cosas. Por eso, lo peor es el silencio o la vista gorda. El rebelde sin causa no existe, detrás de su comportamiento se esconde la necesidad de expresar sentimientos: está incómodo, se golpea alocadamente con una vida que para otros resulta llevadera cuando no dichosa. Y emite, desesperadamente, señales para que le ayuden o, al menos, le atiendan.
Diferenciemos estas conductas con los comportamientos de un niño sociopático, que siempre ha tenido dificultades para distinguir entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo inaceptable. Crónicamente antisocial, no aprende de las consecuencias de sus actos. Son casos raros, pero pueden ocurrir en cualquier familia.
Y, ¿qué hacer?
Tanto la familia como la escuela, las autoridades y la sociedad misma, deben abordar el tema con la seriedad y responsabilidad que requiere. Las líneas que deberían inspirar la pedagogía de la tolerancia, la convivencia pacífica y el respeto, parten de una ética de convivencia, de educar para la socialización, mediante la cooperación, el juicio intelectual (conductas reflexivas) y la educación para la frustración. Desde que un niño tiene 2 ó 3 años, debe sentir, y saber, que hay pautas a su alrededor, que no es posible cumplir todos sus caprichos y que incluso algunas necesidades tendrán que esperar un tiempo para ser satisfechas. Habremos de enseñarles que los bienes se reparten con los otros niños, y asumir que eso les causará una decepción, para la que hay que educarles. La educación familiar y escolar debe ser rígida: todo no puede ser. Han que saber aceptar el no, y preguntar los porqués.
Y no deben tolerarse la burla o la falta de respeto al diferente (otras razas, físicos peculiares o muy poco agraciados; tímidos, con gafas o prótesis, "empollones", mal vestidos...).
Deben cultivarse, en la familia y en la escuela, valores socializantes basados en compartir las cosas, el respeto a la diversidad de las personas y el aplazamiento en la satisfacción de necesidades y deseos de niños y jóvenes. Por eso resulta imprescindible que la escuela cuente con el apoyo casi incondicional de los padres, cuya primera actitud será no desautorizar a los enseñantes delante de los hijos; por mucho que no se compartan algunas de sus decisiones o estilos pedagógicos. Nadie aprobaría, y menos aún asumiría, un sistema de valores propuesto por una entidad desprestigiada y sin credibilidad. Y, a los docentes les convendría contar con el apoyo institucional necesario para que sus decisiones ante las actitudes antisociales fueran respaldadas por los padres y por la autoridad educativa.

Revista Consumer

ESTUDIO SITUACIONAL DE LA VIOLENCIA JUVENIL EN LIMA Y CALLAO-2008 (CONCLUSIONES)

-El número de Pandillas existentes en Lima Metropolitana y la Región Callao es de 410 y los Pandilleros son 12128 de los cuales 11177 pertenecen al género masculino y 951 al género femenino. Constituyendo el Pandillaje Barrial la expresión mayoritaria con el 47 por ciento (%) del total de Pandillas, seguido por el Deportivo con el 45.12 por ciento (%) y el Escolar con el 7.88 por ciento (%), de las 111 comisarías que conforman la muestra de nuestro estudio, 49 comisarías (44.15%) no reportan presencia de Pandillas y 62 comisarías (55.85%) si reportan su presencia. De estas 62 comisarías las 10 con mayor presencia en la VII-DIRTEPOL-PNP concentran 5732 Pandilleros, cifra que representa el 47 por ciento (%) del total.

-La mayoría de integrantes de las Pandillas pertenecen a una familia. El 98.56 por ciento (%) tienen ambos padres vivos o al menos uno de ellos, de este total un 49.64 por ciento (%) viven con ambos padres, y el 33.82 por ciento (%) viven solo con alguno de ellos. El comportamiento violento del pandillero evidenciaría el hecho de que muchos de los padres han perdido toda capacidad de control, respeto y autoridad en relación a sus hijos. Sin embargo los Pandilleros reconocen el esfuerzo que hacen sus padres para reincorporarlos al seno familiar.

-El dinero que requieren las pandillas se obtiene a través de dos formas: a) actividades licitas como polladas, parrilladas y campeonatos deportivos entre otros y trabajo que representa el 61.87 por ciento (%) b) actividades ilícitas como asaltos, robos y pillaje que representan el 28.78 por ciento (%). Destinando estos recursos en un 30.22 por ciento (%) para la adquisición y consumo de drogas; y un 39.57 por ciento (%) para la compra de ropa y diversión evidenciando una acentuada tendencia al lucimiento y vanidad personal.

-Los principales delitos que impactan contra la Seguridad Ciudadana y Orden Público son: Contra el Patrimonio con 1640 delitos lo cual representa el 30.83 por ciento (%) y Agresiones con 1264 hechos reportados que representa el 27.76 por ciento (%), Estos dos delitos concentran el 58.79 por ciento (%) del total de 5318 delitos cometidos en el periodo 2007 SET2008. También resulta significativo el delito Contra el Libre Tránsito con 840 casos que representa el 15.79 por ciento (%) y Drogas con 549 hechos reportados representando el 10.32 por ciento (%).

PNP-2009

CAUSAS DE LA VIOLENCIA JUVENIL EN EL SALVADOR (LOS MARAS)

Carlos Guillermo Ramos (FLACSO) por ejemplo, destaca los siguientes factores asociados a la violencia de las pandillas juveniles en El Salvador:

El conflicto armado interno de los años ochenta. Aunque causalmente las maras no son un fenómeno social atribuible a la guerra, los influjos del conflicto militar y de la polarización social que el mismo propició, han dejado huella en la subjetividad juvenil y en sus prácticas de violencia grupal.
Los amplios movimientos migratorios internos y externos. Si a nivel macroeconómico las migraciones transformaron las fuentes fundamentales de los recursos de la nación, a nivel social, propiciaron un importante giro en los patrones de convivencia cotidiana, incluidos los nuevos conflictos locales que han tendido a reproducirse generacionalmente.
El carácter propio de la expansión de los núcleos urbanos. En este proceso puede observarse la tendencia a una desmedida concentración poblacional difícil de revertir, y a un crecimiento acelerado y caótico de los asentamientos humanos que componen el área metropolitana de San Salvador, todo lo cual conlleva una alta agresividad familiar y social.
La fuerte tendencia a la privatización de los espacios públicos. No es casual que, en un contexto social donde incluso la calle ha sido despojada de su carácter público, la violencia de las maras se exprese fundamentalmente como un conflicto o lucha por la conquista o defensa de territorio.
La preeminencia de familias debilitadas. El hecho de converger en ellas diversos factores que las hacen frágiles en su estructura y vacíos que estimulan que muchas de las necesidades materiales y afectivas de sus miembros deban ser satisfechas fuera de ellas, las vuelve vulnerables como continente socializador.
El alto índice de violencia intrafamiliar. Esta violencia se interioriza en la subjetividad infantil y juvenil como patrón de conducta cotidiana. Así, los jóvenes se ven sometidos a una socialización hostil (...) y las actitudes de recelo, temor y evasión de la relación familiar terminan predominando en la orientación de las conductas juveniles.
La deportación sistemática de jóvenes pandilleros salvadoreños residentes en Estados Unidos. Este ha sido un factor crucial en el agravamiento del fenómeno de las pandillas, cuya devolución al país incorpora una importante dosis de “remesas” culturales.
La pobreza. En condiciones de privación socioeconómica, la posibilidad de acentuar actitudes agresivas y de frustración se ve considerablemente incrementada.
El carácter violento y autoritario de la cultura cívica. Este es otro factor que predispone a la socialización violenta de los jóvenes. Este entorno cívico-cultural, reflejado en los todavía limitados niveles de tolerancia política y de confianza y tolerancia interpersonal, constituye un escenario propicio para el desarrollo de patrones de conducta pandilleril.
En su conjunto, entonces, estamos ante cuadros complejos que no admiten simplificaciones explicativas y que requieren ser abordados desde enfoques interpretativos holísticos e integrales, que traten de incorporar el máximo posible de variables al respecto.

http://www.joveneslac.org/ (Noviembre, 2005)

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